Había una vez una linda nena llamada Matilde, tenía el pelo rubio, siempre tenía las mejillas rosaditas, era bajita, usaba peinados locos, Matilde tenía 7 años, iba a segundo grado. Ella era muy tímida: usaba lindos vestidos.
Un día conoció a un nene del otro segundo, se llamaba Uki, los dos disfrutaban mucho los cuentos de hadas. Una tarde fueron a la casa de Uki para hacer la tarea.
Al llegar se prepararon para hacer la tarea, y ¡zas!, se cortó la luz, los niños se asustaron mucho, de pronto vieron una luz chiquitita, chiquitita, como un ventilador, chiquitito, chiquitito, era el hada de un cuento que habían escuchado en la escuela.
Era Pipí Cucú, que les habló en guaraní, les dijo: - ¿Qué les pasa mis Karaité Guazú?, los chicos le pidieron tres deseos, pero justo se había olvidado la varita en su casa, rápido, rapidísimo, la fue a buscar.
Cuando regresó Matilde le pidió el primer deseo: -Quiero que vuelva la luz. El segundo deseo lo pidió Uki: - Quiero que deje de hacer tanto frío, y el último deseo lo pidieron entre los dos: -¡Queremos ir a jugar a la plaza!
Entonces Pipí Cucú les dijo:- “Mis queridos amiguitos, sin varita no hay magia”. Los niños le dijeron: -Nosotros te acompañamos a buscar tu varita. Entonces Pipí Cucú movió las alitas y largó polvo mágico que hizo que los chicos puedan volar, los chicos quedaron chiquititos como una pulguita y salieron volando por la ventana. -¡Podemos volar!, de golpe se largó la lluvia, los truenos eran tan fuertes, que los chicos despertaron asustados.
Había sido un sueño, la luz había regresado y no paraban de hablar de cómo sería Pipí Cucú, pero no sabían que Pipí los miraba desde un rinconcito del comedor, porque si vemos un hada se termina la magia de un cuento.
Y colorín colorado,
este cuento se ha terminado.
fin
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