La ciudad de Curytito era el lugar más
apacible del mundo; un mundo pequeño que mantenía la costumbre de la sobremesa
y la siesta.
Allí sí había bosques,
pero no maravillosos por las hadas y
magos, ni por las criaturas sobrenaturales, sino maravillosos por su hermosura
natural, armonía y tranquilidad.
Si seres de otro mundo
invadieran la tierra, conquistarían Paris, África, el Desierto de Atacama o
Montevideo, pero jamás llegarían a Curytito. En él no había lugar para hechos
que no fueran reales y naturales. Tan reales como aquella cabaña con techos de
madera y pizarras que había en ese bosque espeso y cerrado que no permitía que
a través de él pudiera verse una luz o una estrella.
Era el lugar elegido, todos los años, por Juanse y su
familia para pasar sus inolvidables y ansiadas vacaciones.
Este año, ya en el sitio y
como no era costumbre, al entrar, sintieron un olor ácido, nauseabundo y también encontraron tiradas en
el piso de gran parte de la casa, y en los sofás y sillas, miles de plumas, y
además, vidrios de las ventanas rotos.
La mayoría de estas plumas
terminaban en puntas filosas y tenían extrañas espinillas, además de estar
teñidas de sangre y bañadas en un líquido verdoso y pegajoso de donde provenía
ese olor insoportable.
Limpiaron el lugar,
dejando de lado cualquier conjetura al respecto, pero sin dejar de lado la
preocupación sobre el misterioso e inexplicable hallazgo.
Más tarde cuando se
dirigieron al centro del pueblo a comprar los alimentos, se encontraron con la
doctora Marian Kezler, investigadora en aves y miembro de La Reserva Natural de
Curytito, quien les comento del hallazgo de estas plumas en varios sitios, y
también, de la existencia de un lugareño que vivía cerca de la cabaña que ellos
habitaban, que les contó que pertenecerían a un pajarraco raro, al que vio picar el cráneo y chupar la sangre de otro
pájaro y que se desplazaba por el lugar como sintiéndose el rey de ese bosque y
considerando un intruso a su víctima, acto que igualmente no justificaba la
reacción del salvaje animal y que nunca había acontecido en estos lugares.
Así mismo les dijo que
ella, junto al doctor Esteban Krain, habían hecho algunos estudios y que estaban
arribando a la conclusión de que por motivos desconocidos, esta ave no
reconocida hasta el momento por el mundo científico, había sufrido como un
cambio metabólico, convirtiéndose en una mezcla de águila-cuervo y buitre,
parecida a un terraonico que miraba, pero
con ojos rojos, llameantes de furia, que poseía un exuberante plumaje,
pero en pésimas condiciones y que volaba más que velozmente, como si fuese una
ráfaga.
En fin, parecía haber
mutado, convirtiéndose en otra especie, muy agresiva y peligrosa, por causas
dudosas, misteriosas y que sin lugar a
dudas, representaba un gravísimo problema para los habitantes de ese
pueblo-ciudad.
Les pidió que tuvieran
muchísimo cuidado porque no sabían la reacción y comportamiento que este animal
podría tener y las consecuencias de ellas sobre la salud y la vida de las
personas
Aproveché a preguntarle:
- ¿Por qué las plumas
desprenden ese olor tan desagradable?
-No existe respuesta lógica y coherente. Cualquier idea
que arriesgara podría sonar ridícula
Se comunicó por handic con
su colega, le advirtió sobre los hechos
y le contó que iba a acercarse a hacer un reconocimiento de la situación.
Cuando llegó, efectivamente,
había un cuerpo humano, rodeado de restos de animales y plumas, decenas de
ellas. Llamó a la patrulla, les comentó con que se encontró y les pidió que
vinieran a hacerse cargo.
Del otro lado, le pedían
más datos, pero él exigió que mandaran un móvil lo antes posible ya que no
sabia dónde estaba el ave o lo que fuera, si lo atacaría o que podía hacer.
Aprovechó para tomar
muestras, no solo de las plumas sino también del suelo y del agua del arroyo.
Después de muchos
experimentos, estudios y pruebas, llegaron los tan esperados resultados.
El agua estaba sumamente
contaminada con químicos, motivo por el cual se estaba afectando la capa del
suelo y también las plantas y los animales, alterando sus células.
La autopsia del cuerpo
(que resulto ser de un pescador fanático) también arrojó como resultado
“Envenenamiento por químicos”.
Ante esta situación los científicos, decidieron apresar
al ave, no solo para hacerle estudios e intentar salvarla, sino también para
evitar nuevas muertes y desapariciones y además, para que este animal, de ninguna
forma se reprodujera.
Ya había amanecido,
Juanse, se despabilaba entre las sábanas y gracias a los ruidos que provenían
de una caja de cartón, que había armado a modo de trampa, y que había colocado
afuera de la casa, cerca de la ventana de su habitación, se despertó y con
mucha alegría descubrió que había caído
presa el ave tan temida. Entonces llamó inmediatamente a los científicos de la
reserva ecológica natural del pueblo para que fueran a buscarla.
Intentaron crear una
poción sanadora y natural con lo mejor y más curativo de cada animal.
Utilizaron ojos de sapo, cola de rata, veneno de serpiente, un poco de polvo de
colmillos de elefante y plumas del quetzal.
Después de mezclarlos,
triturarlos y someterlos a una temperatura adecuada por un tiempo determinado,
inyectaron al animal, quien a la media hora no solo se había recuperado volviendo a la normalidad
sus ojos, su actitud y su plumaje, sino que se había vuelto a convertir en el
pájaro sagrado que era originalmente el Quetzal y que lograron saber por qué había desaparecido y había
dejado de adornar, con su bellísimo plumaje, las hermosas y altas copas de los
arboles del lugar.
También vertieron el
antídoto en el arroyo y los alrededores, volviendo toda el agua a su tono
natural, azulino intenso, y el suelo se invadió de flores y un bellísimo aroma,
muy particular y especial, que siempre había caracterizado y era sello del
maravilloso e inigualable Curytito.
FIN

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