En la torre más alta del mundo, allá, cerca de las nubes, se veía una
ventana muy pero muy chiquita. De ella salía la cabeza de un dragón que medía
como 150 metros
de largo, sus ojos eran de color azul, sus alas puntiagudas y tenía garras
filosas. Tiraba fuego por la nariz y por la boca cada vez que se ponía furioso
porque no le gustaba estar prisionero en la torre.
Él solamente se alimentar de bichos, no podía salir por su gran tamaño.
El dragón estaba encerrado porque los soldados del rey lo capturaron para que
el pueblo no estuviera en peligro. Había sido una bestia malvada. Asustaba a
las mujeres y niños, les robaba sus alimentos y pertenecías. Además prendía
fuego sus carruajes cuando entraban al bosque.
Desde ese momento todos vivieron felices para siempre.
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