AUTOR: Ríos José Andrés
Había una vez unos amigos que estaban jugando, en un momento dijeron:
-¿Qué habrá en esa casa abandonada?
- No lo sé- dijo Gabriel -se quedaron pensando…
-Y…. si entramos a ver…- dijo Tomás
- Bueno, vamos- contestó Gabriel y entraron a la casa. Estaba muy sucia por dentro. Fueron al comedor y vieron algo que se movía…no sabían que era, parecía un brazo. Luego se quedó quieto pero de repente volvió a moverse un poco. Se asustaron mucho. Por eso quisieron salir de la casa. Cuando fueron a abrir la puerta no se podía. Se dieron cuenta que le habían puesto un candado no de adentro. Los habían encerrado, no podían salir. Después escucharon ruido como si alguien estuviese bajando las escaleras que daban al comedor. Delante de ellos un fantasma se les apareció, pero después del susto y los gritos de Tomás y Gabriel, desapareció.
Cuando todo quedó en silencio, como de cementerio se escucharon unos gritos. La puerta se abrió sola. Detrás había un chico, con gesto muy serio, con cara de enojado y le preguntó cómo se llamaban. Ellos contestaron:
-Tomás y Gabriel, y ¿vos?...
- Me llamo Federico- contestó- ¿saben que acá hay un fantasma? Es el alma de un hombre que vivió hace mucho tiempo en esta casa. Él no puede descansar en paz por que mató al hijo, el brazo que vieron…era del nene, ese nene soy yo. No me tengan miedo, los voy a ayudar a salir de acá antes que mi papá los encuentre y les haga daño…Federico les dio la llave del candado a los chicos, cuando se estaban yendo apareció el fantasma del padre. Empezó a atacarlos y el hijo hizo frente para que Gabriel y Tomás pudieran escapar. Corrieron lo más rápido que pudieron hasta que lograron salir.
El fantasma del hombre vio el miedo y el coraje en los ojos del niño y se dio cuenta que para descansar en paz tenía que pedirle perdón. Se lo pidió y pudieron descansar en paz los dos. Gabriel y Tomás nunca más volvieron a la casa y prometieron jamás hablar de lo que había pasado.
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