El
circo Abracadabra llegó a un pueblito lejano, todos estaban felices porque era
la primera vez que llegaba un circo al lugar. Los chicos miraban sorprendidos
como armaban la gran carpa. Allí trabajaban el viejo mago Solivan y el
conejo que aparecía de la galera en sus trucos.
El
conejito se sentía triste porque extrañaba su familia y estaba cansado del mal
carácter del mago. Siempre antes de salir a escena, encerrado en su jaula,
recordaba el bosque.
Una
noche, su amigo el ratoncito lo vio muy triste y prometió ayudarlo.
Al
día siguiente, el ratón le sacó las llaves de la jaula al mago. Cuando este se
fue a descansar esperaron el momento y escaparon.
Corrieron y
corrieron hasta que llegaron a la ciudad. El conejito estaba asustado por las
luces, por tanto ruido y por la velocidad de los autos. No se animaba a cruzar
la calle. Entonces esa noche se quedaron en una casa abandonada. Allí
encontraron a un viejo ratón de ciudad, él les dijo que cerca pasaba un tren de
carga que llegaba hasta un pueblo cercano al bosque.
A la mañana
siguiente subieron al tren, saludaron al viejo ratón y les dieron las gracias,
viajaron escondidos entre unas bolsas. Llegaron a la última estación y a lo
lejos se veía el gran bosque.
Siguieron
caminando y de pronto escucharon los ladridos de perros y las voces de unos
cazadores. Se escondieron entre unas rocas y los perros no los encontraron.
Lo
único que recordaba de su casa era que estaba cerca de un árbol gigante con
flores color púrpura.
Después
de mucho caminar, vieron a lo lejos, brillar las flores color púrpura. Se
estaban acercando a su familia que se había agrandado con nuevos conejitos.
Avisaron
a los otros amigos del bosque que le dieron la bienvenida organizando una gran
fiesta. Todos ayudaron: las luciérnagas y las mariposas adornando con sus luces
y colores, el pájaro carpintero armo una orquesta con las ranas, pajaritos y
cigarras. Los demás colaboraron con ricas comidas. El conejito volvió a ser
feliz.
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