Idea
Principal:
Iara
Florencia
Colaboración
en correcciones:
Alumnos de 6° B
Agradecemos a:
Liliana directora de nuestra escuela,
a las maestras y especialmente a
nuestras señoritas Gladys y Alejandra
Cuando por fin
habíamos logrado completar nuestra misión anterior llevé a Mirna (mi novia) a
su casa, nos despedimos, fui a mi departamento y me acosté.
Una semana después
Raval me llamó para que buscara “una semilla misteriosa”, que se encontraba en
un bosque invisible que solo tomaba forma y se podía ver cuando llovía. Le dije
que nos veríamos en mi oficina.
El sábado por la tarde
él ya estaba allí, me dio una fotografía con un mapa donde estaría el bosque.
Le pregunté ¿quién había ocultado la semilla en ese lugar?, me contó que
sospechaba del Señor de la Humedad. Entonces le dije, - bueno yo me voy a
ocupar de traerla.
Raval se fue y empecé
una nueva aventura.
Antes de salir con el
auto miré el mapa y me di cuenta que el bosque se encontraba en medio de la
ciudad. Durante el recorrido pase por la casa donde Vidor había secuestrado a
Lancia, me vino a la cabeza el momento en que lo vi escribiendo el libro con su
propia sangre.
Seguí mi camino hacia
el bosque y allí pude ver la casa de Mateo Rinaldi. Recordé cuando dos hombres
que Maestro había mandado a matarme me perseguían.
Con mucha suerte había
encontrado la puerta de aquel depósito de ataúdes donde logré esconderme,
aunque por muy poco tiempo ya que apareció delante de mí uno de los hombres armados.
Ante el miedo que
sentía tomé un ataúd y se lo arrojé desmayando al secuaz.
Nunca había pensado
que podía ser tan peligroso y arriesgado este trabajo, cansado de manejar
durante cinco horas me hospedé en un hotel llamado Burleteck.
Por la mañana seguí mi
camino hacia el bosque y conduje varias horas más. Al anochecer mire el mapa y
me di cuenta que el bosque estaba por allí. Entonces baje del auto y tres
perros comenzaron a correrme. El más agresivo era marrón con ojos muy negros,
el que no daba mucho miedo era blanco con ojos negros, y el menos agresivo era
negro con ojos grises. Entonces corrí hasta que logré esconderme y comenzó a
llover, me di cuenta que estaba detrás de un árbol y debajo de un hongo se veía
la semilla, la agarré y un hombre saltó de arriba del árbol sobre mí, lo golpeé
y empezamos a pelear hasta que quedó inconsciente.
Me di cuenta que no
era un hombre de Maestro, entonces tomé la semilla y me fui con el coche.
Cuando llegué al Museo le di el objeto a
Raval, pregunte por aquel hombre, me dijo que no era un sicario de Maestro sino
otra persona, llamada Enrique Álvarez, un viejo enemigo suyo, coleccionista y
botánico; me contó que nunca creyó volver a verlo que otro día me contaría la
historia. Me entregó el dinero que habíamos acordado y partí hacia mi casa a
descansar.
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