martes, 28 de octubre de 2014

LOS DOS DRAGONES DE LIMEA por 5ºB


Dedicado a: 
Nuestras familias 
y a todas las seños.

Hércules era hijo de Zeus, dios de los dioses y esposo de Hera, pero el niño no era hijo de la diosa, el gran amor del gran dios, era Alcmena una humana joven y bella. Ese amor no era correspondido, el dios muy enojado tomó la forma del esposo de la muchacha y engendraron a Hércules, un bebé héroe ya que sus padres eran un dios y una humana.
El niño creció y se convirtió en un gran guerrero y desde su nacimiento tuvo que soportar las maldades de la esposa de su padre que lo único que esperaba era verlo muerto.
El héroe se enamoró de Mégara una joven muy hermosa con quien se csó y tuvieron hijos. Hera al verlo tan feliz le envió un rapto de locura en el que mató a su familia. Al ver lo que había hecho no podía creerlo y sin consuelo decidió caminar hasta el templo de Apolo y solicitar su penitencia.
El dios del sol lo envió a Micenas, donde debería servir a su primo el rey Euristeo, durante trece años, realizando trece trabajos  que él le impusiera.
Hércules llegó a Micenas y su primo le encomendó los peores trabajos con la intención de que perdiera la vida. Debió  atrapar al León de Nemea, La Hidra de Lerna, La Cierva dorada entre otros.
Pasó doce años arriesgando su vida, pero llegó el gran momento, Hércules realizaría su décimo tercer trabajo y así lograría pagar por su crimen. Se acercó al trono de Euristeo y el malvado le encomendó la tarea.
“Deberás matar a los dos dragones de Limea y traerme sus cabezas”, dijo el rey.
Hércules sabía que el encargo no sería nada fácil, los dragones tenían aterrorizado a todo el pueblo y hasta los guerreros más valientes habían muerto bajo sus garras.
Luego de navegar durante varios días llegó al lugar donde se encontraban las fieras.
Se escondió a observarlos y planear su estrategia, las bestias comían cuanto ser vivo se atravesaba en su camino, con el aliento de fuego los cocinaban y en segundos eran devorados, tenían una piel muy dura y sus garras parecían de metal.
Pensó en atacarlos con flechas pero su experiencia le decía que no daría resultado.
De repente apareció frente a él una vieja sabia, era Gea su abuela, que le explicó que no sería nada fácil terminar con ellos pero que era tiempo de terminar con el asecho de estos animales, le dijo que una vez más lo ayudaría y le entregó una espada de oro con la que podría cortar hasta la roca más resistente.
Verás tú la forma de atraparlos. Yo te propongo que los extermines y luego los encierres en mi vientre así Hera no podrá llegar a sus cuerpos y hacer más maldades. Hay que recordar que Gea era la representación de la Tierra.
Hércules se acercó pero los animales eran muy rápidos y con un pequeño aliento quemaron su brazo, el héroe retrocedió al bosque donde con la espada abrió la tierra hasta lo más profundo de ella, tanto que la punta del instrumento se había derretido por el calor.
Tomó su red y la colocó atadas a dos árboles, muy tirantes y las tapó con ramas. Tomó su mazo y corrió hacia las bestias, con todas sus fuerzas, les dio un golpe en una de sus piernas y comenzó a correr hacia el bosque, que para ese momento ya estaba bastante oscuro. Eludió la trampa pero las fieras no lo lograron y quedaron enredadas en ella. Con cadenas, el forzudo hijo de Zeus, aprisionó a los dragones, tomó la piel del León de Nemea y con sus garras cortó sus cabezas y arrojó los cuerpos en el hoyo que había realizado.
Gea reapareció para asegurarle a su nieto que ya su travesía había terminado y que las fieras no molestarían nunca más.
Cuando Hércules volvió a Micenas y Euristeo vio las cabezas quedó tan asombrado que no pudo más que felicitarlo y darle la paz que tanto necesitaba.
El héroe salió de Micenas en busca de nuevas aventuras.
      

Autores:  Agustín Albornoz
                      Ariel, Silva
                    Ezequiel, Romero

                                                          

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