Había una vez, dos hermanos que vivían en una casita hecha de troncos.
La nena se llamaba Luz, tenía 8 años y su hermano Germán 10.
Un día salieron a caminar y a
juntar flores por el bosque cuando, de repente, vieron una pequeña liebre que
les gustó mucho y quisieron atraparla, pero el animal comenzó a correr y
ellos la persiguieron. Corrieron y
corrieron hasta que notaron que estaban perdidos.
Caminaron tratando de encontrar
el camino de regreso. De tanto caminar, llegaron a un castillo. Alrededor de él
vieron árboles quemados. Golpearon la puerta pero nadie salió. De repente Germán se apoyó en la puerta y se abrió sola. Los niños curiosos entraron,
pero no vieron a nadie. En eso, escucharon un fuerte ¡Hiiipo! ¡Hiiipo! Y todo
se iluminó por una llamarada de fuego.
Los nenes se asustaron, pero cuando estaban por huir escucharon llorar a
alguien y buscaron de dónde provenía el llanto. En eso observaron que en una
enorme sala, un dragón lloraba desconsoladamente, esto los sorprendió porque
nunca imaginaron ver a una bestia llorar. Germán y Luz se acercaron al dragón
con un poco de temor y le preguntaron:
-Porque nadie me quiere, piensan
que soy malo porque lanzo fuego, pero el motivo es que tengo hipo y no puedo
controlarlo- le contestó el dragón.
-¿Cuál es tu nombre?- le
pregunto Germán.
- Mi nombre es Martín- respondió
el dragón.
-Yo soy Luz y él es mi
hermano Germán- dijo la nena.
En eso, a Germán se le ocurrió una idea:
mientras su hermana conversaba y entretenía a Martín corrió hacia una
habitación, agarró una sábana, le hizo dos agujeros para poder ver y se colocó
la sabana encima cubriendo todo su cuerpo. Apareció así donde estaba Martín con
Luz y comenzó a balancearse haciendo ¡BUUUU…..! ¡BUUU…!
El dragón se asustó mucho porque pensó que era un verdadero fantasma, tanto se asustó que su hipo desapareció para siempre. Germán se sacó la sabana que lo cubría y le dijo:
El dragón se asustó mucho porque pensó que era un verdadero fantasma, tanto se asustó que su hipo desapareció para siempre. Germán se sacó la sabana que lo cubría y le dijo:
- Seremos amigos por siempre y
cada vez que me necesiten ahí estaré- dijo Martín feliz y agradecido.
Martín ayudó a los niños a
regresar a su casa y de paso los llevó a dar un paseo por el cielo.
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