viernes, 24 de octubre de 2014

Unas vacaciones para no olvidar por 4º D




Tomás y Victoria eran dos hermanos que vivían en Barracas, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El niño tenía 13 años y la niña 10.
Un verano, su tía María los invito a pasar unos días en su casa en Resistencia, provincia de Chaco. Los niños estaban muy emocionados  pero a la vez tenían miedo, porque era la primera vez que iban a viajar solos y se iban a alejar tanto tiempo de sus padres. Contaban los días, hasta que terminaron las clases y ya estaba todo listo para viajar.
El día tan esperado por los niños había llegado y ya tenían sus bolsos armados. Su padre llegó con el auto para llevarlos hasta la terminal de ómnibus de Retiro. Los hermanos iban cantando, no daban más de la alegría y la emoción que sentían, pero a su vez tenían un poco de miedo por ir a un lugar desconocido, si bien su tía les había enviado fotos  no era lo mismo. Se despidieron de sus padres y luego de las recomendaciones que siempre dan los padres, subieron al micro. Se pelearon por quien iba del lado de la ventanilla hasta que lo resolvieron jugando al piedra papel o tijera, que en esta ocasión ganó Victoria.

  El viaje duró muchas horas, y luego de 16 horas llegaron a  destino. En la terminal de Resistencia los esperaba su tía. Ella vivía con José su marido desde hacía 3 años y sus seis perros Rottweiler, la casa era alejada de la ciudad estaba ubicada en un lugar donde había muchos árboles grandes, pero había muy pocas viviendas cerca. Ellos trabajaban en el campo,  vivían de la cosecha y de la cría de animales. Cuando llegaron a la casa de su tía se acomodaron en la habitación  que les había preparado para ellos que quedaba en la planta baja porque era una casa de dos pisos.
La primera noche, mientras los niños dormían, escucharon unos ruidos que parecían pasos y la puerta  se abrió y se cerró. Trataron de dormirse, estaban  un poco asustados pero el cansancio por el viaje era más fuerte, así que se quedaron dormidos como dos angelitos.
A la mañana siguiente salieron a caminar por el campo cuando de repente vieron una vaca muerta como si algún otro animal la hubiese mordido. Esto les llamó la atención y cuando regresaron le dijeron al tío lo que habían visto y  les respondió que no había problema, como si algo ocultara, o no quisiera que se enteraran de algo. Varios días los niños vieron diferentes animales muertos en el campo y esto no les resulto normal, comenzaron a tener cada vez más miedo pero más fuerte  era su curiosidad y asociaron los ruidos que escuchaban en la noche con las muertes de los animales.
Un día decidieron salir hacia el campo detrás del ruido que escuchaban de noche, cuando  oyeron el sonido de pasos y la puerta que se abrió y se cerró salieron hacia el oscuro campo. Llevaban dos linternas, caminaron unos metros campo adentro y en eso escucharon un fuerte aullido y desde lejos vieron una especie de perro gigante, atacando a una vaca y comiéndoles los órganos, esto los asusto pero el animal vio las luces de las linternas y huyo rápidamente, cuando los niños se acercaron a la vaca, vieron cerca de ella un pedazo de tela, lo agarraron y volvieron a su casa.
 A la mañana siguiente no comentaron nada a sus tíos por miedo a que los retaran pero escucharon a su tía discutir con José porque se había despertado a la madrugada y no lo había encontrado en la cama. Él le dijo que había salido a tomar un poco de aire, pero ella no le creía.
Los niños fueron a llevar su ropa sucia al lavadero porque esa noche volvían a Buenos Aires  y querían llevar todo limpio, cuando Tomás vio, en un canasto, una prenda  que era de la misma tela que la que habían encontrado la noche anterior.  Justo en ese momento entró María al lavadero y Victoria le preguntó: “¿De quién es esa ropa que está en ese canasto?”, María le respondió que era de José, entonces los niños sospecharon que su tío era el responsable de las muertes de los animales.
Los niños decidieron contarle lo que habían visto al hijo del vecino más cercano del que se habían hecho amigos desde que llegaron y él les comentó que en el campo se decía  que existía un hombre Lobo que por las noches de luna llena se convertía y comía a los animales.
En eso escucharon un grito de su tía, era para avisarles que ya era hora de despedirse de su amigo porque debían ir a la terminal. Los niños regresaron a Buenos Aires con la intriga de si realmente el hombre lobo de la leyenda de Chaco sería su tío José.

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