Una noche de tormenta, un chico llamado Matías decidió ir a visitar a su
abuela Marcelina. Para llegar a la casa de su abuela debía viajar en tren
porque ella vivía lejos.
Matías fue caminando bajo la lluvia hasta la estación. Caminó varias
cuadras y las calles se empezaron a inundar, los truenos eran cada vez más
intensos. Algunas viviendas se encontraban sin luz debido a la fuerte tormenta.
A Matías no le importó y siguió su trayecto.
Por fin llegó a la estación, el lugar estaba oscuro, la boletería
cerrada…No había nadie.
Sintió miedo porque no lograba ver nada. Se sentó en un banco cerca del
andén para esperar la llegada del tren. De repente se escuchó un golpe en el
techo, del susto saltó de golpe. Miró hacía todos lados y vio una luz
brillante, venia el tren a lo lejos.
Se acercó hasta él lentamente, subió pero no había
pasajeros. Luego la puerta se cerró fuertemente. Las luces del vagón se
prendían y apagaban, las butacas se iluminaban de un color rojo intenso. De
pronto una chica de vestido blanco y piel pálida, era como un fantasma, pasó
cerca de él, sintió escalofríos. Ella lo miró fijo a los ojos sin decir una
palabra y siguió caminando hasta el otro vagón.
Las luces se volvieron a apagar y
prender, la puerta se abrió. Matías bajó tieso del miedo. Sin decir nada se
sentó cerca de la boletería, no podía creer lo que había visto. Después de
pasar aproximadamente cinco minutos llegó otro tren, miró por la ventanilla y
estaba lleno de gente. Subió, se sentó callado. Finalmente siguió su viaje,
cuando llegó a la casa de su abuela Marcelina le comentó lo ocurrido. Ella le
contó que hace mucho tiempo pasa ese tren las noches de tormenta y que no debía
tener miedo, los fantasmas no hacen daño.
Abrazó a su abuela y se sentaron a cenar.
Fin
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