AUTORES:
Camila P
Morena T
Sebastián
Milagros R
Brandon
Thiago
Rodrigo
5°A
Para nuestras seños Ale y Gladys
Hace
mucho tiempo en un pueblo muy chico que casi nadie conocía, llamado Quemen, un
lugar totalmente abandonado, con muy pocos habitantes, la mayoría trabajaba en
una mina cercana por lo que le quedaba cómodo vivir allí.
Mabel
estaba casada con Ramón y tenían dos hijos, Martín, de 12 años, y Nicol de 10,
vivían en Buenos Aires, tenían una muy bonita casa en un barrio de Bernal, pero
aquella tarde todo cambiaría para aquella familia.
Ramón
llegó de trabajar con una muy mala noticia, lo trasladarían a Quemen y si no
aceptaba quedaría sin trabajo, mucho debatió la familia y al fin decidieron
aceptar el cambio.
Llego
el día 1 de noviembre y emprendieron el viaje a su nueva casa, viajaron mucho
de más está decir que los hermanos estaban muy tristes y no les gustaba nada
dejar su casa, sus amigos, su escuela. Pero trataban que sus padres no lo
notaran.
Martin
y Nicol eran muy unidos, al llegar a la entrada del pueblo el niño notó el
miedo y la angustia que sentía su hermana y le tomó la mano. También, ¿cómo no tener miedo? Si parecía un pueblo
fantasma.
Llegaron
a la puerta de su casa. Puertas y ventanas negras, paredes bajas color azul
oscuro, un jardín con pasto que parecía que se iban a perder en ellos. Los
papás se miraron……
Bueno dijo
Mabel una podadora, una mano de pintura blanca y será un hermoso hogar. Martín
pensó… ¡Mamá siempre tan positiva!
La
casa adentro no era muy distinta a lo que ya habían visto pero el empeño de la
familia hizo que en cuestión de horas pareciera un bello hogar.
Lo
bueno de esta casa era la posibilidad de tener su dormitorio cada uno de los
hermanos.
Llegaron
a la noche muy cansados. Después de cenar los papás comenzaron a lavar los
platos y los niños se retiraron a descansar.
Martín
estaba profundamente dormido cuando apareció en su dormitorio una niña con un
hermoso vestido blanco que lo agarró de la mano y lo llevó a un cuarto en el
piso de arriba, él estaba paralizado con la belleza de la niña, le parecía
imposible estar junto a alguien tan perfecto. Tenía unos ojos celestes que
iluminaban hasta el lugar más oscuro. La joven todo el tiempo repetía por favor
ayúdame, Martín ayúdame, ayúdame soy Anabel y no paraba de llorar.
El niño prendió la luz del cuarto y vio cinco cuerpos degollados
en el piso. Gritó y el resto de la familia se despertó sobresaltada, los papás
subieron corriendo a ver qué pasaba, Nicol encontró a su hermano arrodillado en
el piso llorando y repitiendo Anabel, Anabel…. Martín nunca volvió a ser el
mismo.
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